Por Danusia Rivas Weber, Directora Regional de SernamEG O´Higgins
Una encuesta realizada en febrero pasado por la entidad Prodemu, parte de la red de fundaciones de la Primera Dama, reveló que un porcentaje importante de mujeres chilenas son víctimas de una violencia de género que no se ve a simple vista. La “Encuesta nacional sobre la desmitificación del amor romántico y violencia simbólica”, dio cuenta de la violencia oculta, la cual incluye manifestaciones de vulneraciones psicológicas, sexuales y económicas, y generalmente antecede a las agresiones físicas en el contexto de las relaciones de pareja.
El año 2020, la violencia psicológica en contra de la mujer aumentó en un 68% respecto de 2019, incrementando considerablemente las denuncias a Carabineros y al Ministerio de la Mujer ante hechos tanto de agresión psicológica como de Violencia Intra Familiar (VIF). Esto se puede explicar porque el contexto de pandemia ha obligado a algunas mujeres a permanecer encerradas con sus agresores, además de disminuir notablemente las posibilidades de autonomía económica del sexo femenino.
De las 600 mujeres encuestadas en forma telefónica, un 77% declaró que ha sufrido algún tipo de violencia de pareja en su vida, lo cual incluso supera la estadística a nivel internacional, que habla de 1 de cada 3 mujeres. Otros resultados arrojados por esta encuesta revelaron que a un 32% de ellas le han prohibido ver a sus amigos, a un 16% le han amenazado con quitarle los hijos, un 28% dijo que se ha sentido humillada por su pareja por su forma de vestir, el 19% ha sido víctima de violencia económica y el 26% ha sido chantajeada.
Lamentablemente, en muchas ocasiones la cultura normaliza este tipo de actitudes, justificándose dentro del amor romántico, o traspasando formas aprendidas desde un modo de hacer pareja basado en la dominación y el control del hombre hacia la mujer. A modo de ejemplo, los celos pueden ser entendidos como expresiones de amor y cuidado, en vez de ser observados como medios de control.
La violencia oculta, dada su propia naturaleza, tiene una visibilidad mucho menor que la violencia física; sin embargo, el daño causado a la mujer puede ser incluso más profundo y permanente que aquella. Esta violencia silenciosa afecta directamente a la autoestima, minando paulatinamente la autonomía de la mujer y ejerciendo control sobre ella en todos sus aspectos, tanto psicológicos, como sexuales y económicos.
Dados estos resultados, se hace muy patente la necesidad de visibilizar las formas de esta violencia oculta, educando a hombres y a mujeres a establecer relaciones humanas basadas en el amor y el respeto; por otro lado, seguir fortaleciendo las políticas públicas, como nuestro Programa de Prevención en Violencia contra las Mujeres y nuestros centros de atención reparatoria, conocidos como Centros de la Mujer, a fin de que las mujeres identifiquen las señales de violencia desde temprano y no las dejen pasar. Porque la raíz de la violencia física está justamente, en esta violencia oculta que cuando sale a la luz, puede ser demasiado tarde.