OPINIÓN

Ocio de calidad y sin culpas

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El ocio se relaciona con el tiempo que se dedica a actividades distintas al trabajo o académicas sujetas a evaluación y que eligen libremente cada persona. Su objetivo es entretener, descansar, aprender, compartir, entre otras e impactan positivamente en el desarrollo personal y en el estado psico emocional.

El ocio está incluido dentro de los derechos humanos, junto con el derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre, lo cual habla de su importancia en la vida de todos nosotros y la necesidad de darle el justo espacio, pese a que culturalmente tendemos a ver al ocio como algo a lo que podemos acceder solo cuando se han completado las otras tareas “productivas” del día a día.

Esto lleva a que exista una dicotomía en la percepción del ocio. Por un lado puede ser visto como  una pérdida de tiempo, algo improductivo o incluso “egoísta”, a la vez que sentimos la necesidad de tener ese espacio de libertad en el uso de nuestro tiempo y de crecimiento personal, por lo que es posible que podamos experimentar sentimientos de culpa al disfrutar de esos espacio y sentirnos ansiosos o preocupados por lo que dejamos de hacer al dedicarnos ese tiempo a nosotros mismos, donde se incluyen las actividades que se comparten con nuestro círculo más íntimo, como familia, pareja, hijos y amigos. Ahí es donde importa recordar que el ocio es un derecho y necesidad, no un beneficio.

Gran parte de las altas exigencias que se tienen en la vida contribuyen a estos sentimientos de incomodidad o malestar. La vida familiar, las obligaciones económicas o la sobrecarga laboral, se traducen en una mala distribución del tiempo y se transforman en un obstáculo para beneficiarse de los momentos de distracción y esparcimiento, los cuales debiesen estar incorporados y protegidos dentro de la rutina diaria. La buena noticia es que progresivamente se ha ido tomando conciencia de ello y de a poco, se ha ganado terreno en lo importante que es y la necesidad de protegerlo, que no solo depende de iniciativas individuales, sino que de intervenciones a nivel de políticas públicas.

La recomendación está en sentirse libres de poder decidir en qué se ocupa ese tiempo y también usarlo sin la inquietud de que debe traer consigo un beneficio tangible, independiente de que sí pueda tenerlo. Es decir, simplemente se debe ser conscientes y lograr conectarnos con el disfrute y la libertad.

Las actividades que pueden realizarse son tan diversas como las personas y cada uno debe decidir según sus propios intereses cuál es la experiencia que más satisfacción genera. Algunos lo encuentran en el ejercicio físico, otros leyendo un libro, aprendiendo solo por el interés de aprender, también estando en contacto con la naturaleza, entre otros, pudiendo ser en soledad o en compañía.

Experimentar una actividad nueva y emocionante, reconectar con antiguos pasatiempos y hobbies o salir de la zona de confort enfrentando nuevos desafíos, contribuirán a disfrutar y sacar el máximo provecho de esos momentos.

A fin de cuentas, el tiempo de ocio propicia la creatividad, disminuye el estrés y la ansiedad, eleva la autoestima e impulsa el crecimiento personal. Incluso, puede reforzar el sistema inmunológico, mejorar la calidad del sueño y potenciar las relaciones con los demás, entre otros beneficios.

Atreverse a proteger espacios de ocio, en un justo balance, nos permite ser más eficientes en la distribución de nuestro tiempo y podría ayudar a mejorar nuestro rendimiento en otras actividades.

A modo de recomendación, podemos iniciar con intervenciones pequeñas, pero entendiblemente difíciles en momentos como estos, como el silenciar el grupo de WhatsApp del trabajo durante las vacaciones, respetar los horarios de entrada y de salida del trabajo y no invadir nuestro tiempo libre con trabajo o estudio, usar las respuestas automáticas de los correos electrónicos cuando no estamos disponibles, darse permiso para salir a caminar, tomar un café o terminar la serie que por falta de tiempo se había dejado de lado. Esto aportará a tener ese momento de desconexión total donde el ser humano encuentra ese espacio para ser el protagonista de su propia vida.

Nicolás Hayes,
psiquiatra del Centro Clínico del

Ánimo y la Ansiedad

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