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Chile no puede seguir desperdiciando el talento de su población

1 Minutos de lectura

Francisca Baeza
Gerenta General
Otec Top of Mind

En Chile, la desigualdad laboral entre mujeres y hombres sigue siendo una herida abierta. Según cifras oficiales, el desempleo femenino alcanzó un 9,9 % en junio de 2025, superando la tasa masculina de 8,1 %. En algunos meses recientes, incluso superó el 10 %, un nivel que no veíamos desde la pandemia.

Esta diferencia no es menor: significa miles de mujeres que, aun teniendo la voluntad y las capacidades, permanecen fuera del mercado laboral. El dato se agrava al observar la tasa de participación laboral femenina, que apenas llega al 52,1 %, mientras que en los hombres asciende a un 71,4 %. Son casi 20 puntos de diferencia que reflejan una exclusión estructural.

La brecha no solo está en la participación y en el desempleo. También está en el bolsillo. Los ingresos laborales de las mujeres son un 21,4 % menores que los de los hombres, según estimaciones recientes de Naciones Unidas y la OIT. Incluso entre mujeres con educación superior, los salarios pueden llegar a ser hasta un 40 % más bajos que los de sus pares hombres.

Detrás de estas cifras hay causas profundamente arraigadas: la sobrecarga de labores de cuidado, la segregación ocupacional, la informalidad y una cultura laboral que todavía no reconoce ni promueve la corresponsabilidad. Así, muchas mujeres quedan atrapadas en empleos precarios, mal pagados o directamente excluidas del mundo del trabajo.

Frente a este panorama, no basta con diagnosticar: es urgente actuar. Desde Otec Top of Mind creemos que las soluciones pasan por formación flexible, que permita compatibilizar estudios, trabajo y cuidados; por programas de liderazgo femenino que cierren las brechas en cargos de decisión; por políticas empresariales de conciliación y equidad salarial; y por alianzas público-privadas que amplíen el acceso a subsidios, salas cuna y redes de apoyo.

Chile no puede seguir desperdiciando el talento de más de la mitad de su población. La igualdad de género en el trabajo no es solo un imperativo ético, es también un motor de desarrollo económico y social.

Hoy tenemos la oportunidad de cambiar la narrativa y pasar de la deuda pendiente a la acción concreta. El llamado es claro: empresas, Estado y ciudadanía debemos sumar esfuerzos para construir un país donde mujeres y hombres tengan las mismas oportunidades de crecer, aportar y prosperar.

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