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Un nuevo eje hemisférico: la oportunidad histórica para Chile y Bolivia

3 Minutos de lectura

Por Ricardo Rincón González, Abogado.

La reciente Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos marca un punto de inflexión que América Latina —y particularmente el Cono Sur— no puede ignorar. El giro explícito hacia la región, la reafirmación de la Doctrina Monroe y la voluntad de privilegiar relaciones con “gobiernos afines” no constituyen meras consignas ideológicas: configuran un nuevo marco real de poder, inversión y alineamiento estratégico para las próximas décadas.

Washington ha dejado de mirar a la región como un territorio periférico. El control migratorio, el combate al narcotráfico y, sobre todo, la seguridad de las cadenas de suministro críticas (minerales estratégicos, energía, alimentos y agua) pasan ahora al centro de su política exterior. En otras palabras, América Latina vuelve a ser relevante. La pregunta no es si este cambio ocurrirá, sino quiénes sabrán aprovecharlo.

En ese escenario, una eventual presidencia de José Antonio Kast en Chile podría transformar al país en un socio estratégico preferente de Estados Unidos, con efectos que trascienden nuestras fronteras y alcanzan directamente a Bolivia.


Chile: de país confiable a bastión regional

Chile reúne hoy condiciones únicas: estabilidad institucional, red de tratados internacionales, experiencia en cumplimiento normativo y una posición geopolítica excepcional en minería crítica (cobre, litio), energía renovable y seguridad alimentaria. Sin embargo, esas ventajas han sido subutilizadas por un exceso de ambigüedad política y diplomática en los últimos años.

Un giro claro hacia un liderazgo pro-occidental, pro-mercado y de cooperación estratégica —como el que propone Kast— permitiría:

  • Reposicionar a Chile como hub minero-energético confiable para EE.UU. y sus aliados.
  • Atraer inversión directa bajo el paraguas del friend-shoring y el near-shoring.
  • Convertirse en plataforma logística, financiera y regulatoria del Cono Sur.
  • Recuperar peso político regional frente al avance desordenado de actores extrahemisféricos.

Estados Unidos no está buscando neutralidad: está buscando certeza, alineamiento y capacidad de ejecución. Chile puede ofrecer exactamente eso.


Bolivia: la oportunidad que pasa por Chile

Para Bolivia, este nuevo escenario abre una ventana que hace años parecía cerrada. El aprovechamiento y valoración de el litio y el gas, el potenciamiento de una conversación por el acceso al mar, y la posibilidad de una verdadera integración logística, vuelven a cobrar centralidad estratégica. Pero Bolivia no puede aprovechar esta coyuntura sola. Requiere un socio confiable, estable y reconocido internacionalmente. Ese socio natural es Chile.

Si Chile consolida un alineamiento estratégico con EE.UU., se transforma automáticamente en un puente geopolítico y económico para Bolivia, permitiendo:

  • Canales reales de cooperación en litio y minerales estratégicos.
  • Integración logística hacia el Pacífico bajo estándares internacionales.
  • Climas de negocio más previsibles para inversión conjunta.
  • Un marco político propicio incluso para avances graduales en la normalización diplomática, sin maximalismos ni consignas ideológicas.

La relación Chile-Bolivia ha estado demasiado tiempo atrapada en el pasado. El nuevo enfoque estadounidense ofrece, por primera vez en décadas, un incentivo externo poderoso para avanzar con pragmatismo.


Afinidad política como activo estratégico

El mensaje desde Washington es claro: los beneficios estratégicos no serán universales, sino selectivos. Los “gobiernos afines” tendrán preferencia en cooperación, financiamiento, inversión y respaldo político. Esto no es una anomalía: es la forma histórica en que operan las grandes potencias.

En ese contexto, una presidencia de Kast no solo redefine la política interna chilena; redefine su posición en el tablero hemisférico. Chile puede dejar de ser un actor pasivo para convertirse en articulador regional, con Bolivia como socio natural y con impactos positivos en comercio, infraestructura, energía y seguridad.


Una decisión que trasciende a Chile

La elección presidencial en Chile ya no es solo una discusión doméstica. Es una señal geopolítica. Define si el país aprovechará un cambio estructural en la política exterior estadounidense o si observará, una vez más, cómo otros ocupan ese espacio.

Para Chile, es la posibilidad de recuperar protagonismo.

Para Bolivia, una oportunidad concreta de integración real.

Para ambos, una chance histórica de conectar desarrollo, estabilidad y cooperación bajo un nuevo eje hemisférico.

Las ventanas estratégicas no duran para siempre. Esta está abierta ahora. La pregunta es quién se atreverá a cruzarla.

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