Su insistencia en jugadores de la Generación Dorada, decisiones tácticas rígidas y mala lectura de los partidos limitaron el recambio, convirtiéndose en el entrenador con peor rendimiento (17,9 %) en la historia de la selección chilena.
El ciclo de Ricardo Gareca al mando de la selección chilena culminó abruptamente tras una amarga derrota ante Bolivia que dejó a Chile sin opciones matemáticas de alcanzar el Mundial 2026. Con 13 partidos oficiales dirigidos, el argentino solo logró una victoria, cuatro empates y ocho derrotas, alcanzando un 17,9 % de rendimiento, el más bajo registrado jamás para un técnico de La Roja.
Desde el inicio, Gareca apostó por los mismos referentes —Claudio Bravo, Arturo Vidal, Eduardo Vargas, entre otros— en lugar de impulsar un necesario recambio generacional. Aunque cuentan con experiencia, muchos atravesaban fases irregulares en sus clubes y no ofrecían respuestas frescas en el rendimiento del equipo.
Tácticamente, su estructura fue criticada por no adaptarse al contexto de los partidos: utilizaba esquemas rígidos que limitaban la capacidad de reacción ante rivales que explotaban las pelotas detenidas o la falta de delanteros naturales. Por ejemplo, ante Paraguay, Chile fue sorprendido por jugadas aéreas desde el comienzo, mientras Gareca retrasó sus cambios y confió en puntales como Eduardo Vargas, quien no estaba en buena forma.
El técnico tampoco mantuvo un seguimiento cercano al fútbol local ni a las divisiones juveniles, delegando las convocatorias a criterios que muchos calificaron de improvisados y desconectados del momento actual de los jugadores.
El episodio ante Bolivia —derrota 0-2 en El Alto— selló su salida: sin margen y sin respaldo, la ANFP esperó su renuncia para evitar costosas indemnizaciones. Así, terminó su ciclo como el peor rendimiento objetivo de un DT en la historia de La Roja.
Queda un pendiente para Chile: encontrar un líder que normalice la transición generacional, rompa con la dependencia de nombres del pasado y aplique una estrategia más dinámica y adaptativa en eliminatorias. El fracaso de Gareca deja una lección clara sobre la necesidad de evolucionar y reactivar el proyecto futbolístico de la selección.