Pueblos palestinos en Cisjordania enfrentan agresiones y expulsiones forzadas por parte de colonos, con apoyo militar y estatal, lo que ha provocado un grave desplazamiento interno y una creciente crisis humanitaria.
Comunidades rurales palestinas están siendo desalojadas de manera sistemática en diversas zonas de Cisjordania, especialmente en lugares como Susiya y Masafer Yatta. Los desalojos van acompañados de una violencia extrema que incluye destrucción de viviendas, quema de cultivos, agresiones físicas y restricciones de movimiento, lo que ha generado un éxodo masivo de familias enteras.
En muchos casos, los colonos actúan en coordinación o bajo la protección de fuerzas militares, lo que dificulta distinguir entre acciones civiles y operativos estatales. Esta situación ha agravado el clima de inseguridad y ha generado fuertes críticas por la falta de protección a la población palestina.
En lo que va del año, miles de personas han sido desplazadas, muchas de ellas niños y niñas. Las familias afectadas se ven obligadas a abandonar sus hogares sin garantías de retorno, viviendo en condiciones de extrema vulnerabilidad. Además, el cierre de accesos, la demolición de infraestructura básica y la pérdida de medios de subsistencia han debilitado gravemente la estabilidad de estas comunidades.
La situación refleja un patrón de presión constante que busca vaciar progresivamente estas zonas de población palestina. La destrucción no sólo afecta a viviendas, sino también a escuelas, instalaciones agrícolas y fuentes de agua, esenciales para la vida cotidiana.
Organizaciones internacionales han advertido sobre la gravedad de estos hechos y la posibilidad de que constituyan violaciones graves del derecho internacional humanitario. Mientras tanto, las comunidades afectadas siguen resistiendo, en medio de un escenario cada vez más hostil y sin una respuesta efectiva de la comunidad internacional.

