Editorial
La reciente caída de Evelyn Matthei en las encuestas —reconocida con preocupación incluso por su propio comando— no es solo un tropiezo en una carrera presidencial. Es, en realidad, una señal de alerta para toda la centroderecha chilena, que aún no logra articular un relato renovado ni un liderazgo suficientemente sólido como para proyectarse más allá del rechazo al oficialismo.
Desde el edificio en Enrique Foster 203, cuartel general de su campaña, se viven días de tensión, ajustes y replanteamientos. El llamado del jefe de campaña a reactivar a alcaldes y concejales, a reforzar el despliegue territorial y a dar visibilidad a las propuestas, revela una campaña que parece no haber despegado del todo, o que al menos no logra consolidar la ventaja inicial que muchos daban por sentada.
Pero más allá de las cifras, el problema de fondo es político. Matthei no ha logrado aún unificar plenamente a Chile Vamos, ni tampoco ha logrado conectar emocional y discursivamente con un electorado que espera algo más que experiencia y firmeza. Se requiere una visión de futuro, una propuesta concreta frente al desencanto social y una narrativa que hable de esperanza, desarrollo, orden, pero también de equidad, innovación y modernización del Estado.
A ello se suma la presión interna de los partidos de la coalición, donde no todos parecen convencidos de su candidatura, mientras otros observan con cautela su capacidad de conducción. La figura de Matthei —respetada, sí, pero también percibida por algunos como rígida o excesivamente reactiva— enfrenta el desafío de mostrarse no solo como “la mejor carta frente al término del Gobierno de Boric”, sino como una líder que entiende el Chile de hoy, que escucha, que dialoga y que propone.
Además, el escenario no es estático. El crecimiento de figuras del oficialismo, como Jeannette Jara, o la irrupción de nuevos liderazgos independientes o populistas puede cambiar por completo el eje de la campaña. En ese contexto, no basta con la inercia ni con una estructura partidaria tradicional. Se necesita audacia, humildad estratégica y una conexión real con las preocupaciones de la ciudadanía.
La historia política reciente de Chile demuestra que las candidaturas que parecen seguras pueden evaporarse en meses si no logran sintonizar con la gente. Evelyn Matthei tiene trayectoria, capacidad y carácter. Pero necesita, con urgencia, un relato movilizador, un equipo más afinado y un despliegue territorial potente.
La elección no se gana en las encuestas, se gana en la calle, en la conversación diaria, en la confianza construida a pulso y en el relato sólido de una visión país potente que haga sentido en los votantes que son quienes deciden al final. Y en eso, Chile Vamos aún está al debe.